LA RED DE ALAIN

CAPITULO IV

Escucho como se abría la puerta, pasos silenciosos y su corazón a mil. Ya no sudaba, chorreaba. Notó una mano sobre su cara y una voz profunda y cálida le susurro al oído.

-Hola Chantal, no hables por favor, no te voy hacer daño, confía en mí. Solo te voy a dar placer, el que estás esperando. Schisss, quieta. Eres guapísima y te deseo mucho.

Comenzó a desabrocharla la blusa, muy lentamente. Los besos suaves que se deslizaban por su cuello, hizo que un gemido saliera de su garganta. A ella no le gustaban los gemidos teatrales que veía en las películas, pero esta vez no podía controlar su garganta. Bajó sus labios hacía su pecho y por encima del sujetador rozo su lengua contra sus cimas puntiagudas. Con las dos manos y mucha habilidad, le quitó los pantalones. Ella se dejó hacer. Le separó las piernas dulcemente y la colmó de caricias. Sabía lo que hacía o por lo menos ella nunca había sentido nada parecido.

-Quitame todo ya.

- No, tranquila, te prefiero así, a medio vestir, me pone más cachondo.

Con la lengua húmeda y cálida buscó su ombligo y después de dar unas vueltas, llegó a la linea del campo negro. Menos mal que iba depilada, pensó ella con alivio. Con los dientes enganchó la gomilla de sus bragas y tiró de ellas con energía. Uf, no podía aguantar más. Con su gran mano abarcó todo el entorno de su deseo. Ella correspondió con un río de agua dulce, que a el le pareció un regalo de placer. Escuchaba como el ruido de un papel al desenvolverlo. Pensó en un preservativo. Pero no era eso.

-¿Que haces?.

-¿Es un bombón? ¿Te gusta el chocolate?.

- Me encanta.

- A mí también y me lo voy a comer en ti.

Lo colocó entre su sexo y chupó y chupó hasta que se deshizo. Pero ella a su vez se rompía en calambres y espasmos que la dejaron exhausta. En su vida había experimentado un placer tan bestial como aquel.

Así medio muerta y descolocada escuchó como se marchaba de la habitación. Rápidamente se retiró el pañuelo de sus ojos, pero ya era demasiado tarde. El muy mamoncete se había largado. El sudor, el chocolate y su olor tan varonil habían quedado mezclados en las sabanas.

Esto tenía que escribirlo, cojió su portátil y entró en su blog. Una vez escrito todo lo ocurrido, pero lógicamente omitiendo la realidad de los personajes, un comentario entró por la ventanita.

"No ha estado mal, ¿quieres más? la próxima vez tienes que comerte el alfil.

Pero no te voy a dar mate tan facilmente, te mereces una muerte dulce.

Roi noir"

!Que barbaridad¡, tantos años pensando en que era frígida........

Se acostó en la cama, no quería ducharse a pesar de tener los muslos marrones como un café con leche. Se durmió al momento y se despertó sobresaltada con el ruido de la puerta. Esta vez si llamaban y era el servicio de habitaciones. Un camarero entró con un carro lleno de manjares digno de una reina.

-Yo no he pedido nada.

- No se nada señorita, solo me han dicho que le trajera el desayuno real.

Abrió las ventanas y danzó hasta la ducha. Después de nadar en la gran bañera, salió al balcón y llevó el carrito hasta la terraza. Con unas vistas expectaculares del río y una bandada de pajaros triando a su alrededor, por una vez y sin que sirva de precedentes, se puso las botas comiéndose hasta las flores de adorno (de azúcar).

Cuando entró en la habitación una sorpresa no esperada llenó sus ojos de admiración. No le gustaban las flores en demasía, pero aquel ramo de 20 rosas azules era digno de asombro. Un sobre negro descansaba a sus pies. No podía abrirlo de lo nerviosa que estaba.

"Adiós, me aburres, me voy.

Roi noir".

¿Comooooooooooooooo? ¿Que se ibaaaaaaaaa?. Ahora que era la tía más feliz del mundo.

CONTINUARA..........