!Que horror¡... Era el. Pedrín.
Cuando eran niños iban al mismo colegio, eran los bichos raros de la clase. Los feos, los gafotas, los tontos, aquellos a los que se podía insultar, pegar y gastar bromas de mal gusto. Brillantes estudiantes, introvertidos en un mundo extraño que les rechazaba por ser diferentes. A ella, le costo ser su amigo, pero al final se dio cuenta que era el único que le saluda por las mañanas, o el único que le pedía la goma de borrar.
Un día les mandaron hacer un trabajo en parejas y como no, acabaron juntos haciendo aquel maldito trabajo. Fueron a su casa, a su cuarto. Plagado de libros hasta el techo, impersonal y triste, ni un solo poster de alguna chica pasando calor y nada que delatase la mente de aquel muchacho alto y desgarbado con orejillas de soplillo. Llevaba ortodoncia como ella y las gafotas cambiaban de color pero practicamente eran como las de ella. El trabajo fue un gran éxito para la profesora, no así para sus compañeros que la envidia les rompía los esquemas de estúpidos.
Cuando eran niños iban al mismo colegio, eran los bichos raros de la clase. Los feos, los gafotas, los tontos, aquellos a los que se podía insultar, pegar y gastar bromas de mal gusto. Brillantes estudiantes, introvertidos en un mundo extraño que les rechazaba por ser diferentes. A ella, le costo ser su amigo, pero al final se dio cuenta que era el único que le saluda por las mañanas, o el único que le pedía la goma de borrar.
Un día les mandaron hacer un trabajo en parejas y como no, acabaron juntos haciendo aquel maldito trabajo. Fueron a su casa, a su cuarto. Plagado de libros hasta el techo, impersonal y triste, ni un solo poster de alguna chica pasando calor y nada que delatase la mente de aquel muchacho alto y desgarbado con orejillas de soplillo. Llevaba ortodoncia como ella y las gafotas cambiaban de color pero practicamente eran como las de ella. El trabajo fue un gran éxito para la profesora, no así para sus compañeros que la envidia les rompía los esquemas de estúpidos.
Decididamente había cambiado mucho, Pedrín era un pedazo tío, totalmente musculoso, con un pelo tirando a rubio, unos ojos negros profundos como cavernas llenas de belleza, que brillaban, con una deslumbradora sonrisa que dejaban a la vista unos dientes blancos y preciosos. Vestía uno pantalon vaquero pegadito, una camisa de rayas y una bata blanca que llevaba suelta sin abrochar.
De pronto ella sintió calor y sudor, se levanto y pidiendo disculpas se fue al baño. Muy nerviosa se miró las pintas en el espejo, el estaba buenísimo, pero ella...era un fistro. Se miró los dientes, puso la mano en la boca para ver si le cantaba el pozo. Horror!!! Una calandraca asomaba por sus dientes de color verdusco (tantas verduras...). Rebuscando en sus vaqueros encontró una tira de superflos, se la metió por todos los dientes casi haciéndose sangre. Se quito las gafas, la marca que dejaban en su nariz, parecían dos habas aplastadas. Se soltó la melena, pero la grasa amenazaba con chorrear por su frente al mínimo esfuerzo. Miro por debajo del lavabo por si había un fairy o algo parecido a un milagro antigrasa. Solo una escobilla sucia con algún resto que mejor no analizar. Volvió hacerse su moñete y salio en dirección al despacho. Estaba a tiempo,podía irse, pero algo le hacia pensar que quería volver a verlo.Entro tan nerviosa, que no vio la alfombra de la entrada, tropezando y dando con sus narices sobre la mesa del despacho. Pedrin se levanto, raudo a ayudarla, bueno, mejor dicho Pedro María. En su intento rápido perdió el equilibrio aterrizando a los pies de ella.
- Vaya, estas bien.
- Si, si, ella se incorporo pensando (Joder, por algo nos llamaban los torpes de la clase).
Sentándose en su sillón, Pedro puso cara de intriga-¿Nos conocemos?.
-No,no, creo que no. Mirando al suelo.
- Bien Mari luz, o prefieres que te llame Luz.
- Como ud. quiera.
- No me llames de ud. por favor, me haces sentirme mayor. - Una sonrisa apabullante, le cruzo la cara.- Creo, que tienes un problemilla del que vamos hablar para encontrar una solución ¿No es así?.
Entre los nervios que tenía por ir allí, la sorpresa de ver a Pedrín y lo macizo que estaba....Lucecita, rompió en lloros y más lloros, de los que vienen cargados de hipos y de mocos, que caían por su cara en forma de torrente. Lloro y lloro hasta que los hipos se convirtieron en un hiiiiiii totalmente reconocible en ella, desde que era niña. Por encima de sus gafillas vio la transformación de la cara de Pedrín al darse cuenta de quien era. Cuando el iba abrir la boca para decir algo, ella se levanto y salio corriendo del despacho, pero escuchando LUCECITAAA.
Ya en la recepción de la consulta la espigada, se le antojo como un portero de discoteca. Ella, le soltó los 100 euros y la escucho decir algo así como que la iba a citar no se que día.
Corrió escaleras abajo y ya en la calle el viento acaricio sus mejillas ardiendo de lloros, vergüenza y desesperación de su aptitud ridícula. ¿Donde ir?. Era tarde, a esas horas el extraño amigo Dimitri estaría en el bareto del barrio con sus primeras cervezas. Y en efecto, allí estaba, en la barra, sujetando la como todas las noches. Se sentó a su lado y pidió un Whiski sin hielo. De un trago. Otro, Dimitri puso la mano en el vaso.
-Ey Betty la fea (así la llamaba), no vas mu deprisa para ser tan pronto tronca?.
La verdad es que le hacia reír, pero hoy no estaba para fiestas ni gracias del colega.
Salio del bar mareada, solo había sitio donde podía ir a desahogar sus penas. Cojio su coche destartalado que aunque quisieran tunearlo era imposible de lo jodido que estaba. Parecía un coche sacado del desguace. Enfilo la carretera de la A-6. Puso la radio, metió su cassette favorito. No era el Fari, no. Era una romántica empedernida y su canción favorita la ponía una y otra vez.
Ya se divisaba el pequeño pueblo de la sierra con sus luces, sus chimeneas y ese olor a leña recién quemada. La carretera se hizo estrecha, tomo un camino de tierra. Al fondo había una gran casa de madera y en la puerta un todo terreno lexus que no reconocía.
¿De quien sera?...........
CONTINUARA
El Domingo o Lunes, próxima entrega (una cañita de regalo para los primeros lectores).