EL JUGADOR ( CAPITULO l )

Estocolmo, en un Hotel céntrico situado en la Gamla Stan frente al canal. Se preguntaba una y otra vez que hacia allí, en la Venecia del Norte. Pero una vez mas tenia que hacerlo, había llegado hasta la semifinal y ahora no podía irse atrás. Desde que era pequeño le gustaban los juegos de estrategia y con su padre pasaba largas horas jugando, sin que ninguno de los dos mediara palabra. Solo y mirándose a los ojos cargaban sus ataques y una media sonrisa se dibujaba en la cara del padre cuando el ataque era bueno y le dejaba contra las cuerdas. A pesar de los años nunca fue capaz de ganarlo, primero porque el era realmente bueno y después por respeto.

Mirando por la ventana del Hotel, se acordaba de el y le añoraba. Hacia ya unos años que había marchado de sus vidas. Y siempre tenia la sensacion de que la ultima partida se había quedado a medias. Tenia que haberlo ganado, pero ese amor que nunca supo demostrarle salia en sus ataques comedidos y estudiados para que en ningún momento se diera cuenta de sus artes. El tablero seguía igual y las piezas en aquella posición. No había dejado a la asistenta ni que le quitase el polvo y eso siempre era motivo de discusión con su pareja.

Había llegado demasiado lejos con estas partidas clandestinas sacadas de Internet y lo que mas le jodia era enfrentarse a una mujer. No le apetecía conocerla, solo habían chateado y jugado un par de partidas por pantalla. Pero había mucho dinero en juego, aunque realmente le importaba poco ese tema. Su trabajo de directivo le permitia vivir con desahogo y al final como decía el "solo era el chico de los recados" de la empresa. Hacia de todo, pero realmente era el alma de ella. No le gustaba la gente ni las relaciones amistosas que allí se hacían. Allí iba a trabajar y punto. Le tachaban de rarito, de introvertido y de egocéntrico, aunque realmente le tocaba las narices. No obstante siempre sabia que era admirado por todas las trabajadoras y veía claramente los ojillos de carneras moribundas que le ponían al pasar. Y es que su cuerpo levantaba pasiones. No es que fuera el típico musculitos asquerosito, pero estaba realmente bien. Su tiempo era oro y que mejor forma de disfrutar que haciendo deporte. Esa era su mayor afición. Le gustaban los deportes de cierto riesgo, pero sobre todo los que hacia al aire libre. La bici, correr y sobre todo el boxin. Ahí soltaba toda su adrenalina.

Se metió en la ducha y dejo que el agua resbalase por su cuerpo, no se sabe si por el calor o porque llevaba demasiado tiempo sin sentir el sexo, que su cuerpo respondió claramente. Con su pareja no tenia relaciones hace tiempo. Ella tenia tres hijos y tenia que solucionar sus problemas laborales y los de sus hijos, antes de entregarse al 100% con el. Pero el no tenia prisa, la quería o por lo menos eso pensaba el. ¿Realmente quería a alguien? o ¿Solo se quería a si mismo?.

La partida era en la habitación de un Hotel a las afueras de la ciudad. Salio con tiempo y decidió ir dando un paseo, por sus hermosas calles, puentes y canales. Iba pensando en como dar a su adversaria un jaque mate rápido y en las menores jugadas posibles. Pensaba en como seria la tía, por lo poco que sabia de ella no le parecía que fuera la típica jovenzuela loca. ¿Seria una mari?...
De cualquier forma se enfrentaba a alguien bastante inteligente, aunque siendo mujer. No es que fuera machista pero pensaba que cada uno tiene que estar en su sitio. Y desde luego muy buena tenia que ser para estar enfrente de el en una semifinal tan reñida con aspirantes de todas las partes del mundo. Esta claro que seria la típica con gafas y cara de empollona que en su vida la habían dado un buen pollazo. Le entro la risa de media mueca, la hipócrita pero que nunca arrancaba a carcajada porque su ego no se lo permitia.

Subió a la habitación 517, antes de llamar pensaba que no quería bajo ningún concepto que esto se le fuera de las manos. Y mientras lo pensaba, se abrió la puerta de la suite. Un hombre con aspecto siniestro y con una gran cicatriz en la cara que se la cruzaba de lado a lado le pregunto su nick y le dejo pasar. Le costo hacerse a la luz y después de atravesar un gran hall de entrada llego a un salón mas grande que su casa. Estaba lleno de gente de todo tipo. Al fondo unas mesas, con dos personas en cada una, concentradas en sus jugadas. La sangre le comenzo a hervir y el corazón se le salia por la boca, pero eran los mismos nervios que sentía ante una competición de atletismo. Las mujeres que había allí tenían todas 120 años y quería reconocer entre ellas a su pareja de lucha. El de la cara rajada le indico una mesa vacía, con un tablero y todas las fichas colocadas en orden, de ébano y palisandro blanco.

El siniestro hombre le dejo elegir sitio, puesto que era el primero en llegar. En cuanto se sentó, su corazón comienza a tranquilizarse. Rozo con sus dedos suavemente la torre y sintió algo parecido a lo que se siente cuando unas uñas de mujer rascan la espalda de un hombre, desde el cuello hasta el final. Una mujer de unos 60 años se acerco a su mesa, parecía que iba a sentarse pero se acerco a su oído y casi susurrando le dijo algo así como -Te vas a enterar deja ya tu cara de prepotente. Desorientado miraba a la señora dandose la vuelta y cuando gira la cabeza ve como una pedazo de tiarrona, con unas tetas preciosas, una boca carnosa, sensual y apetecible se sienta frente a el y le dice....BUENOS DIAS......¿Comenzamos?...........