domingo, 2 de octubre de 2011

FINAL DE VERANO



Aquella mañana me levante melancólica, últimamente mi vida no había sido un camino de rosas, pero no se porque extraña razón me sentía con fuerzas para afrontar un nuevo día. Tenia un libro inmenso, una gorra de visera y una pequeña tumbona que iban ayudarme a pasar un buen día de playa.
 Al abrir las contra ventanas, pensé que el sol iba a cegarme por lo entrada que estaba ya la mañana. La dueña de la pensión ya había llamado un par de veces a mi puerta diciendo que habían pasado ya las burras de leche. Pero no, el sol no estaba allí.

Era un día de esos nublados, de los tristes, pero de los que gustan a los Vascos y les trae nostalgia. Caía un leve txirimiri y el viento acaricio mis cabellos despeinándolos. Todo mi plan se vino abajo. ¿Que haría yo todo el día en aquel pueblo en donde solo había un pequeño bar, que a su vez era correos, el estanco y la tienda de ultramarinos?.

Después de enfrentarme a un gran vaso de leche y una inmensa rebanada de hogaza de pan recién hecho, una vez mas pensé en mi cuerpo, que se estaba abandonando a las delicias de un pueblo y por nada de este mundo iba a perderlas.
 Salí con mi  mochila con el gran libro dentro, un lápiz, un cuaderno de dibujo y como no, unos pedazos de queso bien curado mas una rebanada de ese extraordinario pan. Fuí rumbo al pequeño puerto, los barcos estaban amarrados y con el movimiento del agua hacian sonar sus  campanillas, recordandome a las navideñas.
 Me preguntaba porque no habrían salido a la mar, pero ese viento noroeste que soplaba me hacia pensar en como los marineros tendrían que luchar contra las olas para poder llegar a sus casas sanos y salvos. El olor a pescado era un poco nauseabundo y esa mezcla de salitre y sangre que había sobre las redes me revolvieron un poco el estomago. Aun así, no tenia intención de irme de allí.
Bordeando aquel pequeño puerto, llegue hasta al final del malecón. Una mujer entrada en carnes me advirtió del peligro de andar por allí. El mar estaba furioso y podía tener problemas con los golpes de agua. Las olas rompían sobre los cubos de hormigón y pasaban sobre mis pies, dejando ese frescor que  los hombres de mar conocen tan bien.

No se como ocurrió, fue todo muy deprisa. Cuando me vi en el suelo calada hasta las entrañas. Me frote los ojos y lo vi. Fue como una visión. Allí en lo alto de la montaña había una cabaña que tenia un resplandor especial. El cielo seguía siendo gris, pero tenia una pincelada de rojo, azul, amarillo y violeta que me dejo perpleja. Era la imagen mas bonita que había visto desde hacia años. Pensé que tenia que subir, tenia que tocar con mis pinceles aquella cabaña.
 A pesar de que no soy buena escaladora y mojada como estaba, me enfrente a aquella pendiente con una alegría desbordante. Tenía los huesos helados. Mis pies y los cigarros sobre mis pulmones comenzaban a atacar mi cuerpo con saña. La cabaña había desaparecido, pero tenía que estar ya muy cerca. Yo la había visto, estaba segura, no creo que fuera un espejismo.


 Al final de la ladera y como escondida entre los arbustos apareció ante mis ojos como algo majestuoso. No era grande, ni bonita y estaba como abandonada. Posiblemente seria una casa de para el ganado.
 Llegue por detrás y tocando sus grandes piedras fui bordeándola hasta llegar a la parte delantera. Estaba sin aliento y cansada pero al doblar la esquina, mi cuerpo se estremeció. Una mujer de ciudad como yo, sin apenas conocimientos del mar y la naturaleza pudo ver la maravilla de la creación. No tengo palabras para descifrar lo que vi.

 Aquel mar embravecido al fondo, con sus barcos bailando al son de las olas y ese viento azotando mi alma. Me llevaron al borde de mi ser, las lágrimas corrían por mi cara como si quisieran llegar hasta allí como una cascada.

 Me quede un rato en silencio, intentando escuchar lo que decían las olas, lo que hablaba ese viento. Cuando, una voz, profunda y aguda me dijo: Yo también llore el primer día que lo vi y me dije "aquí es donde viviré el resto de mis días".
 Al girarme lentamente le vi.
Era un hombre mayor, con la cara surcada por el sol y la sal. Tenia una barba blanca que le daba un aire seductor a pesar de sus años. Sus ropas eran sencillas, camisa blanca y pantalón azul marino, sandalias de pescador y una cachaba entre sus piernas. A su lado descansaba un perruko ajeno a nuestra conversación, de vez en cuando lamia su pata enferma que tenia una herida con muy mala pinta. Estaba sentado sobre un pequeño banco de madera, posiblemente hecho por el, deduje al ver sus formas.
 Mi lápiz y mi cuadernillo saltaban en la mochila con ganas de salir y pintar aquella estampa.
 Una vieja bicicleta reposaba junto a la pared.
 Sin que el me lo pidiera me senté a su lado.

 Y aquel hombre, ese viejo hombre comenzo a relatarme su vida, desde que era un chaval y ya sintió la llamada de las aguas. Me hablo de como amaba su pueblo, sus calles, sus casas, su pequeño puerto pesquero. De como siendo un joven enamorado del mar, se hizo marinero. De como llego a estar en grandes barcos que surcaban otros mares muy diferentes a los del Norte.
 Cuando me quise dar cuenta ya era muy tarde, casi de noche. Pero esas horas a su lado me parecían cortas y yo quería mas.

 Baje al pueblo totalmente extasiada. Me metí en la cama con el sabor a sal de sus relatos y de esa dulzura que envolvía  a un hombre duro, pero a su vez tan tierno. Dormí a pierna suelta y mis pensamientos y mis sueños despues de unos meses ya no eran de desamor, ya no eran de tristeza. El pais vasco hoy me había regalado el mejor de sus tesoros. Por la mañana, engullí el desayuno y subí por la ladera con la esperanza de volver a encontrarlo, de oir nuevamente sus relatos, de llorar, de reír y de volver a sentir todo ese cúmulo de sentimientos que tenía dormidos en mi ser.



Día, tra día subi a la cabaña de aquel viejo lobo de mar. Era como leer un libro, pero relatado por su autor y con unas vistas tan increíblemente bellas que mellaron en mi, toda mi vida.
Aquella mañana me levante melancólica, mis vacaciones habían terminado. Atras dejaba un gran libro, un gran hombre y un amor que nunca imagine.

3 comentarios:

Woman dijo...

Precioso Super, he disfrutado mucho , es más, mañana y pasado lo releo xq me encanta la pasión con la que describes todos y cada uno de los detalles, eso sí, te pido que sigas xq jodia ya me has intrigaoooooo.
Acuestate pensando que mañana será un buen día, levantaté y piensa hoy es un gran día y entonces el tiempo lo pondra todo en su sitio y te recuerdo que tu tienes un sitio preferente.
Muas tesoro
Woman

Godiva dijo...

Como siempre tan emocionante, lo estaba viendo contigo, yo también subía esa montaña y también disfrutaba de ese paisaje, de ese mar, de esa calma, te kro wuapa, bss

superflos dijo...

Gracias Woman por tu comentario. Yo tambien te quiero mucho.

Rosaaa: Campeona cuando cuente por ahi como has mandao a uno a yomar por c.....
http://eltantarantandemanolete.blogspot.com/2011/09/cuatro-patas-para-un-mejillon_6416.html este es la cronica de los mejis. ¿las leido ya?. Bss.